12 may 2007

EVIL - Parte 6: De cómo los nubarrones comienzan a despejarse

Los muchachos se acomodaron como pudieron, junto a la elevación rocosa que los protegía de la arena y los vientos. Se cubrieron con las ropas que Drake había llevado consigo y trataron de dormir algunas horas antes de retomar su camino.

Despertaron muy temprano, antes del alba y de que el sol desplegara su ardiente fuerza. Partieron en silencio rumbo a su siguiente parada, un oasis que Orlando conocía.

Gavriil se tomó el atrevimiento de mencionar que ese sería en el primer sitio en el que los buscarían, puesto que al haber partido sin alimento y sin agua, era imprescindible que hicieran dicha parada.

La respuesta fue sencilla: Nadie conocía el oasis al que se dirigían y estaba perfectamente cubierto. Ni siquiera los exploradores de su padre podrían encontrarlo. Él lo había logrado en una de sus tantas correrías por el desierto y nunca se lo había mostrado a nadie… Así que era un lugar en donde podrían reposar frescos, beber agua y alimentarse.

Cabalgaron la mayor parte del día, Orlando sujetaba las riendas con fuerzas y Gavriil se aferraba a la silla del animal atrapada entre los brazos de su hermano. El calor hacía mella en ambos, pero eran jóvenes y fuertes, así como su cabalgadura y soportaron bastante bien la inclemencia del desierto.

Llegaron cuando la noche cerraba en el horizonte. El oasis estaba ubicado en una especie de hundimiento en las dunas del desierto. Si no se sabía de esta especie de risco, era fácil precipitarse y rodar por las arenas del desierto, con un gran daño, sobre todo si se iba a gran velocidad. Fue necesario que bajaran del caballo y descendieran a pie, con cuidado de no desbarrancarse.

Un discreto ojo de agua brotaba de entre las piedras, casi mágicamente. Palmeras, arbustos y enredaderas transformaban la ardiente brisa de la arena en un suave viento refrescante. Algunos frutos, rebeldes ante la violencia del calor fulminante, crecían libremente y con hermosura.

Los dos ryujin desfallecieron al encontrarse en un lugar tan agradable. Allí podrían renovar sus energías y continuar con su travesía. Refrescaron sus secos paladares y comieron lo que se les ofrecía, aunque tuvieron que hacerlo con moderación porque el oasis no era tan abundante como para proporcionar un banquete. Su caballo también bebió y se alimentó, pareció recuperar las fuerzas que estuvieron a punto de faltarle.

Ninguna palabra había sido pronunciada desde que partieran y tampoco se dijo mucho cuando arribaron. Ni siquiera se veían a los ojos los dos hermanos, parecían estar incómodos por toda la situación.

Cuando la noche ya caía por segunda ocasión desde su escape, la joven se atrevió a pronunciar algunas palabras con el fin de conocer cual sería su siguiente parada.

- No podemos permanecer aquí por siempre. Es un lugar resguardado y parece seguro, mas no lo será para siempre. Será preciso que en algún momento dejemos este sitio y vayamos al siguiente. ¿Cuál es tu plan?
- Es cierto… Podremos estar aquí un par de días como máximo y será necesario partir de inmediato… El problema es que… - El muchacho cambió de posición y extendió las piernas, que hasta ese momento tenía recogidas. - Realmente no sé a dónde debemos ir. Si lo has notado, hemos recorrido bastantes kilómetros en muy poco tiempo, más de lo que he logrado hacer sobre mis dos piernas. Mis conocimientos sobre el desierto llegan un poco más adelante; después de eso, desconozco que es lo que nos espera. - Una mueca de horrible disgusto asomó en los labios de la mujer, las uñas se enterraron en la piel de sus muslos.
- Entonces, este es tu gran plano ¿no? - Cerró los ojos y se mordió los labios. - Supe desde el primero momento que ésta era la peor idea…
- No, definitivamente no. No sé a dónde iremos, pero eso no quiere decir que no tenga un plan. Por favor, escucha , después emitirás tu opinión… Si cambio mi forma y volamos sin descanso, seguramente encontraremos el fin del desierto. Si lo que los relatos dicen es cierto, la Primera Ciudad fue establecida no muy lejos de otro país, de un país de tierras abundantes y que, según cuentan, deja de ser un desierto poco a poco. Si eso es cierto, eventualmente nos encontraremos en una tierra donde no existe calor y hay agua en abundancia. Es cuestión de mantener el rumbo que llevamos, hacia el oeste, y encontraremos las fronteras del reino de los ryujin y, más allá, el final del desierto, nuestra escapatoria.

Una risa irónica fue la respuesta a su propuesta. Los ojos insolentes de Gavriil lo miraban con burla y Drake no tuvo más remedio que bajar los suyos, avergonzado de sus palabras y de no entender el proceder de su hermana.

- ¿Y si no fuera así? ¿Y si no encontráramos? ¿Volarás para siempre?... - Bajó el tono de sus comentarios, al darse cuenta de lo embarazado que se encontraba el otro. - Lo que quise decir es que me parece una idea arriesgada y que podría no terminar del todo bien…
- Lo sé, lo sé muy bien… Sin embargo, pocas son nuestras opciones. Yo haría eso y le rogaría a los dioses porque mi corazonada fuera correcta.

Gavriil se levantó, con un suspiro de desesperación. A ella le parecía una idea ridícula y estaba dispuesta a dejarse vencer, entregarse y que su vida terminara ahí mismo. No tenía deseos de emprender ese tipo de aventuras sin sentido.

- ¿Confías en mí?
- ¿Perdón?
- Que si confías en mí… Me has seguido por dos días… ¿Confías en mí?
- Te he seguido porque no he tenido más remedio, porque no sé cómo regresar a casa…
- Bien sabes que no es cierto. Regresar a casa no tiene nada que ver con esto; si no tuvieras esperanza, hubiera sido suficiente con que te sentaras a esperar a que los soldado de papá llegaran, a que el enviado de la Primera Ciudad te encontrara… ¿Confías en mí?

Los ojos púrpuras de la mujer brillaron con un violento relámpago. Era ira, era enojo porque Orlando tiró un dardo que dio en el blanco, justo en el corazón que a veces parecía no tener.

- ¿Confías en mí?
- Sí, confío en ti.
- ¿Y quieres vivir?
- Sí, quiero vivir.
- ¿Me seguirás, pase lo que pase?
- Sí, lo haré…
- Mañana mismo partiremos y roguemos a los dioses que sea a un destino mejor, no directamente a la muerte…

29 abr 2007

EVIL - Parte 5: De cómo la luna busca brillar con luz propia

El muchacho lucía apenado, sus brazos colgaban sin voluntad a sus costados, ni siquiera tomaban fuerzas en los puños, los ojos se perdían en las arenas doradas del desierto.

Tomó las riendas del caballo y lo guió hasta un arbusto, que parecía seco y, sin embargo, se aferraba a la vida. Lo ató a ese lugar para que no escapara, sabía que el arbusto resistiría, ya que el animal no era salvaje, y estaría protegido del viento.

Regresó al lado de su hermana, aún con la pena reflejada en la frente.

- Lo siento… Realmente no era mi intención tratarte de la manera en que lo hice… Sin embargo… Nuestras opciones eran pocas y yo me sentía desesperado.

Las piernas le fallaron y se arrojó frente a la muchacha, sobre la arena. La noche ya se extendía por el cielo y el clima, cálido durante el día, comenzaba a cambiar dando lugar a un helado viento.

Gavriil no cambiaba su expresión, sus manos se aferraban furiosas a los bordes de sus vestidos. Parecía que se mordía el interior del labio inferior con los dientes superiores. Por fin aflojó las manos y se decidió a hablar.

- Gracias. Sé que lo haces por mi bien, pero en realidad…

La mirada sorprendida de su hermano adoptivo, con las cejas enarcadas, interrumpió su discurso. Ni ella misma sabía lo que decía y no se sentía con el humor de dar explicaciones.

- Cuando escuché las palabras del enviado de la Primera Ciudad, por un instante creí… Creí que tenían razón y que tu existencia no era más que la de un ser malvado; que antes y ahora, solamente eras una mujer caprichosa y que, con tus antecedentes, pronto te convertirías en un espectro de las fuerzas malignas… Pero, esa fue mi primera impresión… Porque en realidad, nunca has hecho nada que nos haga dudar de ti. Tal vez seas… - La mirada fría de los ojos púrpura le hizo reconsiderar sus palabras. - Tal vez no seas la mejor personas en el mundo, mas no eres la peor… Realmente no creo… Posiblemente no se equivocan los sabios… Creo que hay esperanzas para ti, para evitar tu destino…
- Y por consiguiente para ti… Sé que mi vida no te interesa en lo más mínimo y sé que la esperanza que tienes es en realidad por tu propia vida… Así que, por favor, guárdate tus palabras…

Una sonrisa melancólica asomó a los labios de Orlando. Las yemas de sus dedos jugaron un poco con la arena, marcaron líneas que no formaron figuras con sentido… Buscaba las palabras que a continuación pronunciaría.

- Estás muy equivocada, querida hermana… Aunque no sé si sea apropiado llamarte de esa manera… Cuando pienso en lo que estoy a punto de decir. Mi vida… Por supuesto que mi vida me es valiosa y es importante, sin embargo, no es lo que más me importa en este mundo. Fui educado como príncipe, como soldado, como guerrero, con la firme idea de que si es necesario morir por aquello que me es valioso, entonces es una muerte grata y a la que no hay que temer. Y estoy dispuesto a morir por aquello que amo. Si mi muerte puede salvarte de alguna manera, entonces estoy dispuesto a morir… - Una risita tonta fue emitida por el pecho del muchacho, sonó extraña en esa solitaria noche en el solitario desierto. - Aunque creo que en esta ocasión, realmente mi vida es la que te mantiene a salvo…

Gavriil se levantó, no le causó gracia la pequeña e inoportuna broma de su hermano, de su raptor, de su salvador… Él la amaba y eso no era nuevo para ella. Desde hacía mucho que sabía de los deseos de su hermano y realmente no le importaba en lo más mínimo; le parecía ridículo que después de tantos años de odio y humillaciones, él sintiera amor por ella, amor profundo…

- ¿Y a mí que me importa lo que estés dispuesto a hacer por mí? Si es cierto lo que dicen, mis días están contados y no hay esperanza para mí. Y si existe esperanza, entonces todos ustedes encontrarán la destrucción de su raza…

Orlando, de pie, la siguió lentamente, se encontraba frente a ella. Miraba directamente en sus ojos púrpuras, sin temor, valiente ante las circunstancias… Y se convencía cada vez más que no era odio ni maldad lo que veía, sino solamente un alma obstinada que no dejaba salir lo que realmente sentía.

- Estoy dispuesto a arriesgarme. No creo que tu esperanza sea nuestra destrucción. Yo creo que el hechizo que te creó y que unió tu existencia a la mía tiene un fallo y te ha dado la oportunidad de convertirte en un verdadero ser, con mente y corazón, y que podrías ser capaz de rechazar tu destino si así lo deseas… ¿Acaso no quieres vivir? ¿Acaso tu corazón no late con fuerza, nervioso y vigoroso a un mismo tiempo? ¿Acaso no sientes a tu alma que se agita cuando estoy junto a ti?

Los brazos del hombre rodearon a la mujer. Ella se quedó quieta al sentir el contacto del otro, contuvo la respiración, las manos totalmente desfallecidas a sus costados. Él nunca se había atrevido a eso, a tocarla. Le parecía que el único momento en sus cuerpos estuvieron en contacto fue años atrás, cuando el pequeño niño la cargó, al bebé que era en aquel entonces, hasta el hogar de sus padres adoptivos. Sus manos nunca se rozaron y ella procuraba mantenerse alejada, hasta ese momento en que sintió el abrazo, fuerte y seguro, de su hermano.

- ¡¡¡Déjame!!!

Gavriil se liberó bruscamente del abrazo en el que se sentía atrapada. ¿Realmente su alma se agitaba de la manera en que Orlando describía? No, no deseaba eso… Aunque se sintió protegida, sintió el calor de su hermano, ella no deseaba eso. Era algo de lo que se había convencido en toda su existencia, que su hermano no sería sino una molestia para ella el resto de sus días hasta que…

Se alejó, molesta. El viento del desierto agitaba sus ropas, su cabello plateado. Sus huesos resintieron el frío de la noche, mas siguió con su furiosa marcha, con sus seguros pasos.

Su hermano permaneció en su sitio, confundido. Había sentido el agitado corazón de Gavriil junto al suyo. ¿Era esa una indicación de sus sentimientos? Tal vez sólo era su imaginación… Lo que era una realidad es que la muchacha se alejaba molesta…

Gavriil se detuvo; sus pensamientos eran sombríos, deseaba hacerle daño a Drake, la cabeza le dolía y sus manos se cerraban compulsivamente, como si no pudieran controlar su sed de destruir…

Cerró los ojos, pensó en lo que sentía. No, no era ella misma, era algo más que la dominaba, no su voluntad, sino la de alguien más. Gavriil no quería ser el títere de nadie, no quería que su voluntad estuviera regida por la de nadie, ni por eso que sentía ni por la de Orlando, por nadie, sólo ella…

Así había sido toda su vida, ¿no era así? Siempre llena de impulsos, de caprichos, que no dominaba y que hacían que todos la odiaran. ¿No había sido así toda su vida? No debía continuar de esa manera quería rebelarse ante eso que sentía. ¿Cómo lo haría? ¿Qué era lo que quería?

Se dio la media vuelta. Debía ir en contra de sus instintos, era eso, porque sus instintos le eran extraños y siempre la habían guiado por el camino incorrecto. Tenía que hacer lo contrario de lo que su mente le indicaba… aunque su corazón se revolvía desesperado por estar de nuevo en brazos de su hermano…

- Es tarde… Y el frío ya es insoportable… Será mejor prepararnos para dormir…

Regresó sobre sus pasos y tomó el envoltorio de ropa que Drake había cargado consigo. Orlando, al ver que ella no escaparía, se dispuso a establecer el campamento. Estaba tranquilo, era difícil que hubieran seguido sus huellas, así que por esta noche estaban a salvo…

22 abr 2007

EVIL - Parte 4: De cómo el sol se roba la luna

Cuando su madre salió, el muchacho regresó a sus reflexiones. Ese era el medio que buscaba para su salvación y la de su hermana. Lo que su madre le pedía hacer iba en contra de las reglas,
de su propio honor, pero no en contra de su amor y eso fue más fuerte que todo lo demás.

Tomó la espada entre sus manos, con la cabeza resuelta y el corazón determinado. Antes de salir de su habitación, tomó algo de ropa e hizo un paquete con ella. Le hubiera gustado tomar provisiones para el viaje, pero eso era algo imposible de llevar cabo. Ató el envoltorio a su espalda y se plantó fuertemente frente a la puerta de su cuarto.

Un profundo respiro emergió de su pecho, cerró los ojos y concentró todo su ser en el siguiente movimiento. Sabía que la puerta no estaba atrancada, pero sí que los guardias apostados fuera de su puerta estaban listos para retenerlo. Confiaba en que no estuvieran listos para lo que estaba a punto de hacer e inmovilizarlos silenciosamente.

Entreabrió la puerta, silenciosamente, la respiración contenida dentro de su pecho. Por su mente había pasado la idea de cambiar su forma y escapar de esa manera, pero sabía que consumiría demasiada energía, energía que podría serle útil más adelante. Así que era necesario que utilizara su fuerza física y su inteligencia.

Salió como una exhalación por el pequeño espacio que dejó la puerta. Con el codo del brazo derecho, golpeó el cuello del guardia que tenía de ese lado; con el dorso de la mano izquierda, asestó un golpe en el mismo lugar al otro.

Los soldados cayeron al suelo, pesados y con un ruido sordo. Un ruido ahogado emergió de sus gargantas. Orlando se arrodilló y se aseguró de que continuaran respirando. No quería que nadie pereciera por lo que hacía, esa noche no permitiría que la sangre corriera por los pasillos de su hogar.

Cuando llegó al cuarto de su hermana, ya no le fue posible mantener el sigilo y se armó algo de alboroto cuando derribó a los guardias. Sin embargo, nadie más preció escuchar el desorden y no acudieron más soldados a averiguar qué ocurría.

Abrió la puerta lentamente y se introdujo en la habitación de Gavriil. Ella La encontró sentada tranquilamente en un mullido sillón, con una socarrona sonrisa en los labios. Escuchó el ruido producido a la entrada de su cuarto y esperaba ansiosa por saber quien lo había producido.

- Vaya, si eres tú, hermanito. Nunca pensé que tuvieras el valor…
- No hay tiempo, es preciso que aprovechemos estos momentos… Prepara algo de ropa, mantas, escaparemos ahora mismo.
- Oh, no, no deseo escapar… Verás… No le temo a la muerte, nunca lo he hecho. Y me gustaría mucho presenciar la tuya. No, no me iré, no es mi deseo…

Orlando cerró los ojos. Sabía que Gavriil era capaz de cualquier cosa con tal de llevarle la contraria. No era el momento para esos tontos juegos infantiles y caprichosos. Al abrir los ojos de nuevo, una velada furia los hacía brillar de manera extraña. Gavrril percibió esa furia, pero su reacción fue tardía y una bofetada la arrojó sobre la cama, sin conciencia.

El joven tomó rápidamente algunas prendas y armó un nuevo envoltorio de ropa, que fue a parar junto con el suyo. Después, tomó a la muchacha entre sus brazos, se aseguró de tenerla perfectamente agarrada sobre el hombre y saltó hacia el patio a través de una de las ventanas.

Los guardias que vigilaban las ventanas no comprendieron del todo lo que ocurría, fue hasta que el fugitivo estuvo muy lejos que se dieron cuenta de lo que ocurría y su falta. La voz de alarma fue dada entonces, pero parecía ser demasiado tarde para los soldados y suficiente para los prisioneros.

El muchacho corrió a través del patio con todas sus fuerzas, se dirigió a la caballeriza, en donde tuvo que derribar a un par de guardias que se interpusieron en su camino. Ellos no habían sido informado de los que ocurría en el palacio, pero les pareció extraño ver acercarse al señor Orlando Drake con su hermana a cuestas.

Drake tomó el caballo más veloz, en el que más confiaba, se subió a él de un sólo salto. Colocó a su hermana frente a él, perfectamente sujeta, y emprendió la marcha a todo galope.

Salieron de la ciudad y de sus murallas sin que nadie se atreviera a detener su furioso paso. Los guardianes de la salida que tomaron, una salida menor y con espacio suficiente para que pasara un caballo por ella, fueron tomados desprevenidos y ni siquiera hicieron intentos por cerrar las puertas.

Parecía que todo había salido bastante bien y los dioses les favorecían por esa ocasión. La hora también parecía ser perfecta, ya que el calor comenzaba a disminuir y la noche, que empezaba a correr discretamente su manto, no tardaría en cerrarse completamente.

El joven príncipe conocía el territorio mejor que nadie en Gouden, así que no tardó en encontrar un sitio que le pareció adecuado para acampar. No era un sitio donde hubiera agua o alimento, pero al menos se encontrarían protegidos de los vientos que pronto se desatarían.

El lugar elegido se encontraba a la sombra de una elevación rocosa. Ahí se protegerían de la ventisqueros que se no tardarían en elevarse y no correrían el peligro de ser enterrados por las arenas. Esa sería una noche fría, lejos de sus hogares, escondido como los fugitivos que ahora eran…

Al detener el caballo, se dio cuenta de que Gavriil estaba despierta. No sabía cuánto tiempo llevaba de esa manera, ya que no se había movido ni hablado. Bajó hábilmente de su cabalgadura y ofreció la mano a su hermana, quien la rechazó de un golpe.

Cuando sus pies tocaron la arena, se aproximó a su hermano y, con un rápido movimiento, abofeteó su mejilla. Una marca roja con la forma de su mano quedó marcada sobre la morena piel.

- No te atrevas de nuevo a golpearme, ¿entendido?

La muchacha se arrojó al piso, con los labios contraídos en una mueca de disgusto. Bien sabía que ella no era hábil como exploradora y que ese no era el mejor momento para separarse de su hermano. Así que permaneció en la arena con las piernas cruzadas y la vista perdida más allá de Orlando.

14 abr 2007

EVIL - Parte 3: De cómo el sol es arrastrado en el atardeceder

El silencio que siguió a la afirmación del enviado de la Primera Ciudad fue frío y aterrador. Hasta los lloriqueos de Sansei habían cesado y en sus estupefactos ojos parecía no caber todo el horror de la declaración.

- Supongo que es una orden terminante… ¿No es cierto?
- Así lo es señor. Y bien sabe que las órdenes de las Primera Ciudad deben ser obedecidas, de otra manera, se considerará que usted está en rebeldía…
- ¡Bien lo sé! Hemos estados muchos años alejados, mas no hemos olvidados nuestras sagradas obligaciones… Niru, por favor, quiero conversar contigo un poco más sobre esto; te prometo que mañana a primera hora… se cumplirán los designios de la señora Derensezu…

El grito de horror que se escuchó entonces, espantó a todos, incluso al valiente Niru que retrocedió instintivamente. Fue necesario que Veilen la agarrara con fuerza por la cintura, para evitar que se lanzara desesperada por su hijo.

- ¡Guardias! Lleven a Orlando y Gavriil a sus habitaciones. Tienen prohibido salir bajo cualquier circunstancia. Que se coloquen guardias debajo de las ventanas de ambos… Sé que sonará como una locura lo que les pediré, pero quiero que lo lleven a cabo sin dudarlo… Bajo ninguna circunstancia pueden salir, deben ser tratados como prisioneros de este momento en adelante y, como prisionero que son, no pueden tratar de escapar. Si lo hacen… deben tratarlos con la misma dureza que a criminales…

Los guardias tomaron a Gavriil y la arrastraron fuera del salón. Ella se resistía, pero los guardias la sostuvieron fuertemente, sin que pudiera hacer otra cosa que agitarse violentamente y gritar maldiciones.

Orlando caminó por su propio pie hasta su habitación, la cabeza baja, la mirada confundida. Todo eso había iniciado porque había hecho la buena obra de recoger a un bebé abandonado y, como recompensa a su buena acción, estaba condenado a morir y ver morir a su hermana…

Aún dentro de las paredes del cuarto escuchaba los gritos desesperados de su madre. Escuchaba como rugía, como imploraba, como se comportaba histéricamente y comenzaba de nuevo. Las lágrimas asomaron a sus ojos y comprendió que no podía permitirle semejante dolor a su madre y, sobre todo, que no podía permitir que su hermana fuera asesinada de esa manera. Para él, realmente su existencia era lo menos importante; sin embargo, la idea de perder a su hermana, era lo que realmente carcomía su cerebro.

Él había jurado protegerla cuando se la entregaron. Y desde ese día había cumplido su promesa, consideraba que no era el momento de romperla. Por otro lado, estaba ese gran amor que sentía por ella, nada parecido al amor fraternal que en un inicio los había unido… o al menos, lo había unido a él con ella. Deseaba con todo su corazón y con todas sus fuerzas que esa mujer encontrara un poco de compasión por él y comprendiera lo que sentía y, tal vez entonces, unir sus vidas como marido y mujer…

Sentado en su habitación, con los codos sobre las rodillas y la espalda encorvada, se daba cuenta de que nada de eso pasaría y sus vidas terminarían muy pronto. Estaba seguro de que su padre, tan obediente de sus responsabilidades, no los permitiría vivir más allá del atardecer del día siguiente.

Voces en el exterior lo sacaron de sus negros pensamiento. Reconoció la voz de su madre, el tono autoritario que usaba cuando era necesario que fuera reina y no simplemente Sansei. La discusión terminó antes de que pudiera entender del todo que era lo que ocurría y su puerta se abrió en ese momento para dar paso a su angustiada madre.

- ¡Orlando! Querido mío…
- Madre… - La ryujin lo estrechó entre sus brazos para después apoyar la mano derecha en la mejilla del otro. Unas lágrimas asomaron a sus ojos. El muchacho no pudo hacer otra cosa que secarlas con la punta de sus dedos. - Calma, estaremos bien. Lo prometo…
- Querido mío, bien sabemos que no es así. Tu padre… Tu padre es una excelente persona, siempre a cargo de sus deberes. Ni una sola falta mancha su honor. Y precisamente eso es lo que temo en estos momentos… Hijo mío, es preciso que huyas de este lugar - La voz de la mujer se convirtió en susurro y sus manos se aferraron con fuerzas a los vestidos de su hijo. - Es preciso que te vayas de este lugar…
- Madre… Madre… Bien sabes… Es un grave peligro el que corremos. Si es cierto lo dichos del enviado de la Primera Ciudad, entonces corremos un grave peligro… No podemos oponernos a la voluntad de los señores de los ryujin, puesto que su voluntad es la correcta. No podemos permitir que el mal sobreviva simplemente porque la vida de tu único hijo corre peligro…
- Ya lo sé, lo sé muy bien. Pero… No te pido que huyas por siempre, solamente te pido que escapes para comprarnos algo de tiempo… Tal vez… Tal vez encontremos una manera de solucionar el asunto sin ser tan radicales. ¡Por favor! Vete de aquí… - Se separó un momento de su hijo y, de entre sus ropas, extrajo una espada corta, la cual entrego con las manos extendidas. - Vete de aquí, aunque tengas que usar la fuerza… ¡Por favor!

Su llanto se convirtió en un desagarrador sollozo y cayó de rodillas presa de la desesperación. Orlando se arrodilló frente a ella y tomó el filo que se le ofrecía. Lo lanzó sobre su lecho y ayudó a su madre a ponerse en pie. La estrechó con todo el amor que era capaz de expresarle y besó sus mejillas.

- Si así lo deseas, madre… Pero, no me iré solo… No puede dejar que Gavriil se quede en este lugar. Sólo Dios sabe que sería de ella; probablemente intenten matarla por otros medios distintos y no voy a permitir que la hagan sufrir… Así que…
- ¡Un riesgo! ¡Te arriesgas por ella! No vale la pena, querido mío. Si realmente es malvada, no vale la pena…
- ¡Vale la pena, madre! No dejaré Gouden si no es con ella. Ella es parte de nuestra familia y no voy a dejarla a su suerte. Nuestros destinos están unidos desde el día en que la encontré y no voy a desunir su suerte de la mía. ¡Nunca! ¿Entiendes, madre? - Los ojos de Sansei se clavaron en los de su hijo. Eran del mismo color, sólo que los de él habían tomado la forma de los de su padre…
- Está bien, hijo mío, está bien…

La mujer secó sus lágrimas, arregló su cabello y sus vestidos para disponerse a salir. Al tener el pomo de la puerta entre sus dedos, lo soltó y regresó para darle un último beso a su hijo, junto con una recomendación.

- Cuídate, querido mío.

7 abr 2007

EVIL - Parte 2: De cómo unos nubarrones ensombrecen a la luna

Los días se pasaban unos tras otro, dentro de la fortaleza, en la biblioteca, en la sala de estudios, para los dos jóvenes hijos de los gobernantes de Gouden. Paseos, caminatas y más estudio, ese era el entretenimiento de los muchachos. Y siempre era la misma historia, Gavriil salía sola y su hermano mayor la seguía, al pendiente de ella, de que no le ocurriera nada mal.

- ¿Podrías decirme por qué cada día de mi existencia estás detrás de mí? ¿Hasta cuándo habré que soportar tu indeseable presencia? ¿Acaso no sabes lo mucho que me desagradas?
- Lo sé, pero hay algo más poderoso, más imperioso, que me obliga a permanecer a tu lado. Hice una promesa hace muchos años… Prometí que te cuidaría y pienso cumplir esa promesa hasta el último de mis días.
- Entonces, maldita sea la hora en que la mujer que me llevaba en brazos te hizo jurar que te harías cargo de mí. - La muchacha, en extremo cruel, ni siquiera se tomaba la molestia de mirar de frente a su hermano y nunca tenía sino palabras de odio y rencor hacia él.
- Yo no creo eso. Yo bendigo en cada momento la hora en que te conocí…

En ese momento, los aguzados ojos de Orlando descubrieron que, en uno de los caminos principales que llevaban hasta la ciudad, cabalgaba furioso un recién llegado y, quien sin lugar a dudas, llevaba prisa de entrar en la fortaleza.

- Mira, alguien llega a estas tierras; hostiga a su caballo para ir más deprisa; esto no me gusta, nadie entra a Gouden con semejante apuro. Será mejor que regresemos.
- Regresa tú si quieres; puedo tomar mis propias decisiones.

La muchacha le dio la espalda a su hermano y no pronunció nada más. El joven, que estaba preocupado por la impetuosa llegada de un extraño, se echó a correr sin hacer caso de su terquedad. Sin embargo, Gravriil era curiosa y, en esta ocasión, sentía que algo interesante estaba a punto de llevarse a cabo, así que echó a correr para enterarse de los motivos que guiaban al extraño hasta su hogar.

Gavriil corrió tan ligera, que ambos llegaron al mismo tiempo. El chico no se atrevió a mencionar una sola palabra al respecto, temeros de que la cólera de su hermana se encendiera de nuevo.
Al entrar al palacio, los guardias les informaron que el extraño lucía sumamente apurado y que había sido presentado de inmediato con los señores de Gouden. Los dos se dirigieron al salón principal y entraron en él.

Un hombre con ropas de viaje estaba arrodillado ante sus padres. El desconocido, de cabello tan rubio que parecía casi blanco atado en una trenza, de blanca piel y chispeantes ojos azules, lucía tranquilo y servicial hasta que los muchachos entraron en el salón.
- Tú, tú eres a la que busco…

Sin decir nada más, se lanzó contra la muchacha, con el objetivo de tomarla por los hombros. Los guardias se interpusieron entre ellos y detuvieron al hombre. La princesa, tomada por sorpresa, dio un paso hacia atrás, con una mueca de espanto que desapareció enseguida, reemplazada por una sonrisa fría y despectiva.

- ¿Cómo se atreve a amenazar de esa manera la vida de mi hija? - El desconocido se arrodilló nuevamente ante los pies del rey.
- Yo no buscaba… Espero que comprenda que hay que tomar acciones inmediatas contra este malvado ser…
- ¿Yo? ¿Un ser maligno? ¿Está usted loco? Ni siquiera sabe mi nombre y quiere tomar "medidas extremas" contra mí...
- Es necesario, así me fue ordenado. Mis señores, traigo instrucciones claras y precisas de la Primer Ciudad. La señora Derensezu tuvo una premonición durante sus sueños… Eso fue el año pasado. Tardó algunos meses en comprender el mensaje que había sido enviado; de hecho, fue necesario recurrir al adivino Haiku, para comprender de manera clara los detalles enviados por la visión. Fue un proceso complicado, largo y tortuoso, pero finalmente hace un par de meses, lograron comprender totalmente la predicción. Un mal interno amenaza a la familia Drake… Un miembro de la familia, un miembro que no es de su propia sangre, es la que pondría en riesgo la integridad de este reino y, tal vez, el de toda la raza de los ryujin. Sabíamos por las noticias que han enviado a la Primera Ciudad que ustedes habían adoptado a una hija, una ryujin aparecida en condiciones extrañas… Fue claro entones que era necesario venir a prevenirles y, más que eso, buscar la inmediata solución a este problema. Hay cosas demasiado importantes en juego… Sin embargo, es necesario advertirles que la órdenes que traigo no son de ninguna manera agradables.
- ¿Agradables? ¿A qué te refieres? Termina de una vez con tu relato… - El rey, impaciente, deseaba saber de una vez por todas las intenciones del recién llegado.
- Es necesario asesinarla, acabar con su existencia. Sin embargo, también es necesario… - El hombre guardó silencio, sus manos se retorcieron una contra la otra, los ojos vagaban perdidos por las lozas que cubrían el suelo del cuarto. - Gavriil, a la que adoptaron como hija, es un ser mágico creado con poderes oscuros, de los más terribles. Para mantener el hechizo, se debe alimentarlo con la energía vital de alguien más. Creemos que la energía vital que la alimenta es la del propio Orlando; para acabar con la magia negra, debemos deshacernos de la fuente de la que se alimenta.

Un grito de horror salió de la boca de la esposa de Veilen. Sus manos crispadas se hicieron nudo alrededor de las de su esposo. Se puso de pie de un salto y corrió a abrazar a su hijo, quien reflejaba su incredulidad con un tonto gesto en el rostro.

- ¡No! ¡De ninguna manera! ¡¿Asesinar a mi hijo?! ¡No lo permitiré de ninguna manera! Veilen, esposo mío… - Soltó a su hijo para postrarse ante los pies de su marido, sujeta a las rodillas, con sollozos mal contenidos. - No permitas que le hagan daño… ¡¡¡Por favor!!!
- Sansei… Yo… Niru, ¿estás seguro de lo que dices?
- Señor, con mucha pena, tengo que admitir que mi señora Derensezu estaba segura de lo que decía y sus órdenes fueron terminantes…

31 mar 2007

EVIL - Parte 1: De cómo el sol y la luna se conocieron

La familia Drake gobernaba con maestría su reino y eran felices en él. Así también, eran felices sus súbditos, ya que reconocían ellos la gran bondad con que reinaban y la justicia con las que gobernaban.

En conjunto con sus labores como reyes, su hijo Orlando, el único que concibieron, era educado para convertirse en el digno sucesor de esta pareja. Muy bien sabían que en su hijo ardía la llama de los valientes ryujin y que su destino estaba encaminado para llevarlo a convertir en uno de los grandes.

Definitivamente, Orlando llevaba en su sangre el espíritu aventurero y, aún siendo un niño, era intrépido y despreocupado, siempre en búsqueda de algún nuevo misterio que descubrir en el desierto y sin ninguna explicación para ofrecer a sus preocupados padres. Las doradas arenas del desierto lo llamaban y se rendía ante sus atractivos, aún con el riego de molestar demasiado a sus padres…

Casi siempre, después de un afanoso día de clases en el que su tutor le mostraba los dibujos de algunos animales del desierto, el joven Drake decidía explorar los alrededores para encontrar por sí mismo la fauna que le era mostrada en los libros.

En una de esas expediciones, en búsqueda de un curioso insecto, el niño caminaba alegre y atento de su alrededor, cuando un llanto de bebé lo obligó a interrumpir su tarea.

Consternado por el sonido, el muchacho se encaminó en dirección al llanto, con el cuidado de no perder el paso y tampoco perder la fuente del sonido. Sus ojos cautos buscaban por los alrededores para encontrar la razón de tal llanto.

Lo que se encontró fue una humana que sostenía un pequeño bulto entre sus brazos; la mujer estaba recostada debajo de una agrupación rocosa, que le servía de sombra y de apoyo a la vez. Parecía sufrir de un gran dolor y, si el pequeño niño hubiera sido un poco mayor, hubiera notado que no le quedaba demasiado tiempo de vida. La mujer respiro profundo y hablo con voz entrecortada al joven niño:

- Señor, le imploro que salve la vida de este bebé. Su madre murió al darle la vida y su padre al tratar de protegerla de una horda de malters , mientras yo huía con ella en brazos. Yo no soy más que un humano, pero ella pertenece a la raza de la gente dragón… Sé que no debería pedirle esto a un niño como usted, pero bien sé que no seré capaz de cuidarle más… Le suplico que la tome con usted y haga lo posible por encontrar una familia para ella... - La mujer extendió los brazos y entregó al bebé al ryujin.
- Está bien, señora. No quiero que usted llore por ella ni que ella llore porque tiene hambre. La llevaré a mi hogar. - Y tomó al bebé entre sus brazos, con el conocimiento de que la responsabilidad que ahora tenía era sumamente grande.
- Una última cosa, mi joven señor. Su nombre es Gravriil; su madre tuvo la oportunidad de elegir un nombre antes de su muerte. También tuvo la oportunidad de colocarle este medallón, pero se ha partido por la mitad; aunque es increíble, ya que está hecho de un material sumamente resistente. Por favor, tome esto con usted y procure que lo lleve al cuello… Aunque, creo que sería justo que una de las mitades fuera para usted, como recompensa a su noble acto…
Orlando tomó ambas mitades del medallón y ensambló momentáneamente sus partes para observarlo. Era un medallón hecho de oro blanco, de unos cinco centímetro de diámetro; sobre él, se hallaba grabado un dragón, el cual estaba enroscado en forma de espiral y, en el extremo de su cola, sostenía una rosa.

El jovencito se alejó del lugar con el bebé en brazos y se dirigió a su hogar. Al llegar, corrió a la habitación de su madre y le entregó a Gavriil, con los brazos extendidos.

- Madre, una señora me ha encargado a esta niñita. Es más pequeña que yo. Me dijo que no tenía papá ni mamá, pero que era ryujin, como nosotros. ¿La podemos cuidar?
- Hijo, este es un bebé… Y es huérfana… No podemos dejar en el desamparo a un ser indefenso como este; y menos cuando es de nuestra raza. Vamos, Orlando querido, no te preocupes, cuidaremos de ella. ¿Y la señora? ¿Dónde ha quedado?
- Se sentía muy mal. Creo que una lanza atravesaba su pecho; parecía sufrir de un gran dolor. Me dijo que el bebé se llama Gavriil y me dio esto... - Y con una gran sonrisa, orgulloso de lo que había hecho, le mostró las dos mitades del medallón; la sonrisa se borró de inmediato de su rostro - Pero está roto… Me pidió que el bebé lo llevara siempre en su cuello y también me dijo que yo podría quedarme con una de las mitades… ¡¿Puede hacerlo, madre?!
- Tal vez sea posible que tú uses una de esas partes… Lo discutiremos más adelante. Has hecho bien en traer a esta pequeña niña, mas ahora es necesario que encontremos a su guardiana y hagamos lo posible por salvarle…

Un grupo de guardias fue enviado a encontrar a la pobre mujer; si eran capaces de encontrarla viva, tenían la responsabilidad de curar sus heridas y, de no tener la oportunidad, al menos tendrían que proporcionarle un funeral digno, ya que había dado su vida por salvar a la pequeña niña.

A pesar de los esfuerzos realizados, nunca se encontró a la mujer; siendo el desierto tan grande, tan cambiante y las señales del pequeño príncipe tan confusas, encontrarla era una misión demasiado complicada de llevar a cabo.

La familia Drake decidió que la mejor familia que podían ofrecer a la pequeña era la propia. Sin embargo, al desarrollarse Gavriil, era obvio para todos que no había sido engendrada por el vientre de Sansei, ya que su cabello plateado y sus ojos púrpura contrastaban con los de ellos. Así que, cuando la joven tuvo suficiente uso de la razón, fue necesario explicarle por qué ellos y su hermano mayor tenían cabellos negros como la pluma de un cuervo y sus ojos eran marrón como las alas de los insectos, y en su caso, era todo lo contrario. Sin embargo y a pesar de ellos, también le explicaron, ellos la amaban profundamente y así sería siempre y a pesar de todo…

Cientos de veces, las arenas del desierto fueron barridas por los vientos estivales. Y en el transcurso de esos años, ambos príncipes se convirtieron en jóvenes, para dejar atrás la niñez. Nunca podrá saberse si la verdad de ser adopta afectó el crecimiento de Gavriil, pero, a lo largo de los años, su personalidad se tornó altanera y caprichosa. No contaba con un solo amigo sincero, debido a que siempre de sus labios emergían calumnias terribles, destinadas a humillar y, hasta aquellos encargados del servicio de la señorita, temían con pavor a sus desplantes. Los únicos que podían hablar, hasta cierto punto, racionalmente con ella, eran sus padres, en especial su madre. Hasta el mismo Orlando, que estaba dedicado proteger y velar por ella desde el día en que la conoció, era atacado; podría decirse que él en especial, provocaba los arranques más furiosos de la joven ryujin.

25 mar 2007

EVIL - Introducción

En los tiempos en los que el reino de Kilga todavía no era fundado y que la familia Drache tomara el poder de las tierras sobre el cual fue establecido, habitaban en el mundo seres fantásticos que son considerados los ascendentes directos de la familia real de este reino.

A lo largo de los años, la raza perdió su poder, decayó y la sangre se corrompió. Esta raza, los ryujin, no son más que leyendas, historias e ilustraciones en viejos libros apilados en viejas bibliotecas.

Los ryujin eran dragos de baja categoría, nada más que sirvientes directos de los dioses. Las deidades se encargaban de engendrarlos y criarlos como meros medios de transporte para ellos mismos.

Por largas eternidades permanecieron los ryujin en esa condición de sirvientes. Sin embargo, a lo largo de las eras y de manera gradual, los dragones aprendieron el idioma de los dioses, demostrando la sublime inteligencia con la que habían sido dotados por sus creadores. Las divinidades, sabedoras de este don y en espera de que fuera descubierto, decidieron que era el momento de otorgarles su libertad y que fueran ellos y sólo ellos los constructores de su propio destino.

Así fue como los ryujin fueron liberados en uno de los muchos mundos creados por los dioses. Las tierras en las que se encontraron eran desérticas, enormes y vastas, sin grandes fuentes permanentes de agua,

El espacio era vecino de un reino en el que ya existía una población establecida, un reino llamada Nihon Ni. Esta población, conformada por seres humanos, nombraban Daminea al desierto vecino a su país y, de la misma manera, le proporcionaron un nombre a la raza de seres que aparecieron en esas tierras: ryujin, que en su idioma quería decir “gente dragón”.

De esta manera, los dragones recién liberados obtuvieron una denominación y un espacio para desarrollar su existencia. Sin embargo, contaban con los demás regalos que los dioses les habían entregado, entre ellos, su poder más grande, la mejor de sus características: Eran capaces de de adquirir la forma de objetos y seres a voluntad y de permanecer con esta apariencia tanto tiempo como lo desearan.

Los ryujin, al conocer a los seres humanos, comprendieron que la mejor manera de sobrevivir en el ambiente hostil del desierto, era asumiendo la forma de aquellas criaturas que se adaptaban de buena manera. Así que renunciaron a su forma de dragones y se entregaron a la forma de ser humanos, aunque se tomaron algunas libertades y se convirtieron en personas más altas y robustas, algunos con cabelleras y ojos de color extravagante, con una vida mucho más larga que la de un ser humano común y corriente.

Al paso de los años, las tierras desérticas se presentaron insuficientes para el desarrollo de su cultura y fue necesario que se emprendiera la búsqueda por lugares más propicios y benéficos.

Con esta consigna, la población fue dividida en tribus, cuya misión era encontrar un lugar para establecer ciudades y mantener con vida el linaje de los ryujin. Los más ancianos, los sabios del pueblo, permanecieron en la primera ciudad fundada y el resto, los más valientes y capaces, fueron los elegidos para guiar dichas tribus.

Uno de los grupos más numerosos era comandado por Veilen Drake y su esposa Sansei, quien cargaba entre sus brazos a su hijo varón, llamado Orlando. El clan de los Drake vagó por años completos, sin que ningún lugar cumpliera con sus expectativas. Así fue hasta que encontraron un oasis en medio del desierto, gigantesco, bondadoso y generoso; allí establecieron su comunidad y una pequeña ciudad fue construida. El sitio fue conocido con el nombre de Gouden y los Drake se convirtieron en sus gobernantes.

Así da inicio la historia de los Drache…