29 abr 2007

EVIL - Parte 5: De cómo la luna busca brillar con luz propia

El muchacho lucía apenado, sus brazos colgaban sin voluntad a sus costados, ni siquiera tomaban fuerzas en los puños, los ojos se perdían en las arenas doradas del desierto.

Tomó las riendas del caballo y lo guió hasta un arbusto, que parecía seco y, sin embargo, se aferraba a la vida. Lo ató a ese lugar para que no escapara, sabía que el arbusto resistiría, ya que el animal no era salvaje, y estaría protegido del viento.

Regresó al lado de su hermana, aún con la pena reflejada en la frente.

- Lo siento… Realmente no era mi intención tratarte de la manera en que lo hice… Sin embargo… Nuestras opciones eran pocas y yo me sentía desesperado.

Las piernas le fallaron y se arrojó frente a la muchacha, sobre la arena. La noche ya se extendía por el cielo y el clima, cálido durante el día, comenzaba a cambiar dando lugar a un helado viento.

Gavriil no cambiaba su expresión, sus manos se aferraban furiosas a los bordes de sus vestidos. Parecía que se mordía el interior del labio inferior con los dientes superiores. Por fin aflojó las manos y se decidió a hablar.

- Gracias. Sé que lo haces por mi bien, pero en realidad…

La mirada sorprendida de su hermano adoptivo, con las cejas enarcadas, interrumpió su discurso. Ni ella misma sabía lo que decía y no se sentía con el humor de dar explicaciones.

- Cuando escuché las palabras del enviado de la Primera Ciudad, por un instante creí… Creí que tenían razón y que tu existencia no era más que la de un ser malvado; que antes y ahora, solamente eras una mujer caprichosa y que, con tus antecedentes, pronto te convertirías en un espectro de las fuerzas malignas… Pero, esa fue mi primera impresión… Porque en realidad, nunca has hecho nada que nos haga dudar de ti. Tal vez seas… - La mirada fría de los ojos púrpura le hizo reconsiderar sus palabras. - Tal vez no seas la mejor personas en el mundo, mas no eres la peor… Realmente no creo… Posiblemente no se equivocan los sabios… Creo que hay esperanzas para ti, para evitar tu destino…
- Y por consiguiente para ti… Sé que mi vida no te interesa en lo más mínimo y sé que la esperanza que tienes es en realidad por tu propia vida… Así que, por favor, guárdate tus palabras…

Una sonrisa melancólica asomó a los labios de Orlando. Las yemas de sus dedos jugaron un poco con la arena, marcaron líneas que no formaron figuras con sentido… Buscaba las palabras que a continuación pronunciaría.

- Estás muy equivocada, querida hermana… Aunque no sé si sea apropiado llamarte de esa manera… Cuando pienso en lo que estoy a punto de decir. Mi vida… Por supuesto que mi vida me es valiosa y es importante, sin embargo, no es lo que más me importa en este mundo. Fui educado como príncipe, como soldado, como guerrero, con la firme idea de que si es necesario morir por aquello que me es valioso, entonces es una muerte grata y a la que no hay que temer. Y estoy dispuesto a morir por aquello que amo. Si mi muerte puede salvarte de alguna manera, entonces estoy dispuesto a morir… - Una risita tonta fue emitida por el pecho del muchacho, sonó extraña en esa solitaria noche en el solitario desierto. - Aunque creo que en esta ocasión, realmente mi vida es la que te mantiene a salvo…

Gavriil se levantó, no le causó gracia la pequeña e inoportuna broma de su hermano, de su raptor, de su salvador… Él la amaba y eso no era nuevo para ella. Desde hacía mucho que sabía de los deseos de su hermano y realmente no le importaba en lo más mínimo; le parecía ridículo que después de tantos años de odio y humillaciones, él sintiera amor por ella, amor profundo…

- ¿Y a mí que me importa lo que estés dispuesto a hacer por mí? Si es cierto lo que dicen, mis días están contados y no hay esperanza para mí. Y si existe esperanza, entonces todos ustedes encontrarán la destrucción de su raza…

Orlando, de pie, la siguió lentamente, se encontraba frente a ella. Miraba directamente en sus ojos púrpuras, sin temor, valiente ante las circunstancias… Y se convencía cada vez más que no era odio ni maldad lo que veía, sino solamente un alma obstinada que no dejaba salir lo que realmente sentía.

- Estoy dispuesto a arriesgarme. No creo que tu esperanza sea nuestra destrucción. Yo creo que el hechizo que te creó y que unió tu existencia a la mía tiene un fallo y te ha dado la oportunidad de convertirte en un verdadero ser, con mente y corazón, y que podrías ser capaz de rechazar tu destino si así lo deseas… ¿Acaso no quieres vivir? ¿Acaso tu corazón no late con fuerza, nervioso y vigoroso a un mismo tiempo? ¿Acaso no sientes a tu alma que se agita cuando estoy junto a ti?

Los brazos del hombre rodearon a la mujer. Ella se quedó quieta al sentir el contacto del otro, contuvo la respiración, las manos totalmente desfallecidas a sus costados. Él nunca se había atrevido a eso, a tocarla. Le parecía que el único momento en sus cuerpos estuvieron en contacto fue años atrás, cuando el pequeño niño la cargó, al bebé que era en aquel entonces, hasta el hogar de sus padres adoptivos. Sus manos nunca se rozaron y ella procuraba mantenerse alejada, hasta ese momento en que sintió el abrazo, fuerte y seguro, de su hermano.

- ¡¡¡Déjame!!!

Gavriil se liberó bruscamente del abrazo en el que se sentía atrapada. ¿Realmente su alma se agitaba de la manera en que Orlando describía? No, no deseaba eso… Aunque se sintió protegida, sintió el calor de su hermano, ella no deseaba eso. Era algo de lo que se había convencido en toda su existencia, que su hermano no sería sino una molestia para ella el resto de sus días hasta que…

Se alejó, molesta. El viento del desierto agitaba sus ropas, su cabello plateado. Sus huesos resintieron el frío de la noche, mas siguió con su furiosa marcha, con sus seguros pasos.

Su hermano permaneció en su sitio, confundido. Había sentido el agitado corazón de Gavriil junto al suyo. ¿Era esa una indicación de sus sentimientos? Tal vez sólo era su imaginación… Lo que era una realidad es que la muchacha se alejaba molesta…

Gavriil se detuvo; sus pensamientos eran sombríos, deseaba hacerle daño a Drake, la cabeza le dolía y sus manos se cerraban compulsivamente, como si no pudieran controlar su sed de destruir…

Cerró los ojos, pensó en lo que sentía. No, no era ella misma, era algo más que la dominaba, no su voluntad, sino la de alguien más. Gavriil no quería ser el títere de nadie, no quería que su voluntad estuviera regida por la de nadie, ni por eso que sentía ni por la de Orlando, por nadie, sólo ella…

Así había sido toda su vida, ¿no era así? Siempre llena de impulsos, de caprichos, que no dominaba y que hacían que todos la odiaran. ¿No había sido así toda su vida? No debía continuar de esa manera quería rebelarse ante eso que sentía. ¿Cómo lo haría? ¿Qué era lo que quería?

Se dio la media vuelta. Debía ir en contra de sus instintos, era eso, porque sus instintos le eran extraños y siempre la habían guiado por el camino incorrecto. Tenía que hacer lo contrario de lo que su mente le indicaba… aunque su corazón se revolvía desesperado por estar de nuevo en brazos de su hermano…

- Es tarde… Y el frío ya es insoportable… Será mejor prepararnos para dormir…

Regresó sobre sus pasos y tomó el envoltorio de ropa que Drake había cargado consigo. Orlando, al ver que ella no escaparía, se dispuso a establecer el campamento. Estaba tranquilo, era difícil que hubieran seguido sus huellas, así que por esta noche estaban a salvo…

22 abr 2007

EVIL - Parte 4: De cómo el sol se roba la luna

Cuando su madre salió, el muchacho regresó a sus reflexiones. Ese era el medio que buscaba para su salvación y la de su hermana. Lo que su madre le pedía hacer iba en contra de las reglas,
de su propio honor, pero no en contra de su amor y eso fue más fuerte que todo lo demás.

Tomó la espada entre sus manos, con la cabeza resuelta y el corazón determinado. Antes de salir de su habitación, tomó algo de ropa e hizo un paquete con ella. Le hubiera gustado tomar provisiones para el viaje, pero eso era algo imposible de llevar cabo. Ató el envoltorio a su espalda y se plantó fuertemente frente a la puerta de su cuarto.

Un profundo respiro emergió de su pecho, cerró los ojos y concentró todo su ser en el siguiente movimiento. Sabía que la puerta no estaba atrancada, pero sí que los guardias apostados fuera de su puerta estaban listos para retenerlo. Confiaba en que no estuvieran listos para lo que estaba a punto de hacer e inmovilizarlos silenciosamente.

Entreabrió la puerta, silenciosamente, la respiración contenida dentro de su pecho. Por su mente había pasado la idea de cambiar su forma y escapar de esa manera, pero sabía que consumiría demasiada energía, energía que podría serle útil más adelante. Así que era necesario que utilizara su fuerza física y su inteligencia.

Salió como una exhalación por el pequeño espacio que dejó la puerta. Con el codo del brazo derecho, golpeó el cuello del guardia que tenía de ese lado; con el dorso de la mano izquierda, asestó un golpe en el mismo lugar al otro.

Los soldados cayeron al suelo, pesados y con un ruido sordo. Un ruido ahogado emergió de sus gargantas. Orlando se arrodilló y se aseguró de que continuaran respirando. No quería que nadie pereciera por lo que hacía, esa noche no permitiría que la sangre corriera por los pasillos de su hogar.

Cuando llegó al cuarto de su hermana, ya no le fue posible mantener el sigilo y se armó algo de alboroto cuando derribó a los guardias. Sin embargo, nadie más preció escuchar el desorden y no acudieron más soldados a averiguar qué ocurría.

Abrió la puerta lentamente y se introdujo en la habitación de Gavriil. Ella La encontró sentada tranquilamente en un mullido sillón, con una socarrona sonrisa en los labios. Escuchó el ruido producido a la entrada de su cuarto y esperaba ansiosa por saber quien lo había producido.

- Vaya, si eres tú, hermanito. Nunca pensé que tuvieras el valor…
- No hay tiempo, es preciso que aprovechemos estos momentos… Prepara algo de ropa, mantas, escaparemos ahora mismo.
- Oh, no, no deseo escapar… Verás… No le temo a la muerte, nunca lo he hecho. Y me gustaría mucho presenciar la tuya. No, no me iré, no es mi deseo…

Orlando cerró los ojos. Sabía que Gavriil era capaz de cualquier cosa con tal de llevarle la contraria. No era el momento para esos tontos juegos infantiles y caprichosos. Al abrir los ojos de nuevo, una velada furia los hacía brillar de manera extraña. Gavrril percibió esa furia, pero su reacción fue tardía y una bofetada la arrojó sobre la cama, sin conciencia.

El joven tomó rápidamente algunas prendas y armó un nuevo envoltorio de ropa, que fue a parar junto con el suyo. Después, tomó a la muchacha entre sus brazos, se aseguró de tenerla perfectamente agarrada sobre el hombre y saltó hacia el patio a través de una de las ventanas.

Los guardias que vigilaban las ventanas no comprendieron del todo lo que ocurría, fue hasta que el fugitivo estuvo muy lejos que se dieron cuenta de lo que ocurría y su falta. La voz de alarma fue dada entonces, pero parecía ser demasiado tarde para los soldados y suficiente para los prisioneros.

El muchacho corrió a través del patio con todas sus fuerzas, se dirigió a la caballeriza, en donde tuvo que derribar a un par de guardias que se interpusieron en su camino. Ellos no habían sido informado de los que ocurría en el palacio, pero les pareció extraño ver acercarse al señor Orlando Drake con su hermana a cuestas.

Drake tomó el caballo más veloz, en el que más confiaba, se subió a él de un sólo salto. Colocó a su hermana frente a él, perfectamente sujeta, y emprendió la marcha a todo galope.

Salieron de la ciudad y de sus murallas sin que nadie se atreviera a detener su furioso paso. Los guardianes de la salida que tomaron, una salida menor y con espacio suficiente para que pasara un caballo por ella, fueron tomados desprevenidos y ni siquiera hicieron intentos por cerrar las puertas.

Parecía que todo había salido bastante bien y los dioses les favorecían por esa ocasión. La hora también parecía ser perfecta, ya que el calor comenzaba a disminuir y la noche, que empezaba a correr discretamente su manto, no tardaría en cerrarse completamente.

El joven príncipe conocía el territorio mejor que nadie en Gouden, así que no tardó en encontrar un sitio que le pareció adecuado para acampar. No era un sitio donde hubiera agua o alimento, pero al menos se encontrarían protegidos de los vientos que pronto se desatarían.

El lugar elegido se encontraba a la sombra de una elevación rocosa. Ahí se protegerían de la ventisqueros que se no tardarían en elevarse y no correrían el peligro de ser enterrados por las arenas. Esa sería una noche fría, lejos de sus hogares, escondido como los fugitivos que ahora eran…

Al detener el caballo, se dio cuenta de que Gavriil estaba despierta. No sabía cuánto tiempo llevaba de esa manera, ya que no se había movido ni hablado. Bajó hábilmente de su cabalgadura y ofreció la mano a su hermana, quien la rechazó de un golpe.

Cuando sus pies tocaron la arena, se aproximó a su hermano y, con un rápido movimiento, abofeteó su mejilla. Una marca roja con la forma de su mano quedó marcada sobre la morena piel.

- No te atrevas de nuevo a golpearme, ¿entendido?

La muchacha se arrojó al piso, con los labios contraídos en una mueca de disgusto. Bien sabía que ella no era hábil como exploradora y que ese no era el mejor momento para separarse de su hermano. Así que permaneció en la arena con las piernas cruzadas y la vista perdida más allá de Orlando.

14 abr 2007

EVIL - Parte 3: De cómo el sol es arrastrado en el atardeceder

El silencio que siguió a la afirmación del enviado de la Primera Ciudad fue frío y aterrador. Hasta los lloriqueos de Sansei habían cesado y en sus estupefactos ojos parecía no caber todo el horror de la declaración.

- Supongo que es una orden terminante… ¿No es cierto?
- Así lo es señor. Y bien sabe que las órdenes de las Primera Ciudad deben ser obedecidas, de otra manera, se considerará que usted está en rebeldía…
- ¡Bien lo sé! Hemos estados muchos años alejados, mas no hemos olvidados nuestras sagradas obligaciones… Niru, por favor, quiero conversar contigo un poco más sobre esto; te prometo que mañana a primera hora… se cumplirán los designios de la señora Derensezu…

El grito de horror que se escuchó entonces, espantó a todos, incluso al valiente Niru que retrocedió instintivamente. Fue necesario que Veilen la agarrara con fuerza por la cintura, para evitar que se lanzara desesperada por su hijo.

- ¡Guardias! Lleven a Orlando y Gavriil a sus habitaciones. Tienen prohibido salir bajo cualquier circunstancia. Que se coloquen guardias debajo de las ventanas de ambos… Sé que sonará como una locura lo que les pediré, pero quiero que lo lleven a cabo sin dudarlo… Bajo ninguna circunstancia pueden salir, deben ser tratados como prisioneros de este momento en adelante y, como prisionero que son, no pueden tratar de escapar. Si lo hacen… deben tratarlos con la misma dureza que a criminales…

Los guardias tomaron a Gavriil y la arrastraron fuera del salón. Ella se resistía, pero los guardias la sostuvieron fuertemente, sin que pudiera hacer otra cosa que agitarse violentamente y gritar maldiciones.

Orlando caminó por su propio pie hasta su habitación, la cabeza baja, la mirada confundida. Todo eso había iniciado porque había hecho la buena obra de recoger a un bebé abandonado y, como recompensa a su buena acción, estaba condenado a morir y ver morir a su hermana…

Aún dentro de las paredes del cuarto escuchaba los gritos desesperados de su madre. Escuchaba como rugía, como imploraba, como se comportaba histéricamente y comenzaba de nuevo. Las lágrimas asomaron a sus ojos y comprendió que no podía permitirle semejante dolor a su madre y, sobre todo, que no podía permitir que su hermana fuera asesinada de esa manera. Para él, realmente su existencia era lo menos importante; sin embargo, la idea de perder a su hermana, era lo que realmente carcomía su cerebro.

Él había jurado protegerla cuando se la entregaron. Y desde ese día había cumplido su promesa, consideraba que no era el momento de romperla. Por otro lado, estaba ese gran amor que sentía por ella, nada parecido al amor fraternal que en un inicio los había unido… o al menos, lo había unido a él con ella. Deseaba con todo su corazón y con todas sus fuerzas que esa mujer encontrara un poco de compasión por él y comprendiera lo que sentía y, tal vez entonces, unir sus vidas como marido y mujer…

Sentado en su habitación, con los codos sobre las rodillas y la espalda encorvada, se daba cuenta de que nada de eso pasaría y sus vidas terminarían muy pronto. Estaba seguro de que su padre, tan obediente de sus responsabilidades, no los permitiría vivir más allá del atardecer del día siguiente.

Voces en el exterior lo sacaron de sus negros pensamiento. Reconoció la voz de su madre, el tono autoritario que usaba cuando era necesario que fuera reina y no simplemente Sansei. La discusión terminó antes de que pudiera entender del todo que era lo que ocurría y su puerta se abrió en ese momento para dar paso a su angustiada madre.

- ¡Orlando! Querido mío…
- Madre… - La ryujin lo estrechó entre sus brazos para después apoyar la mano derecha en la mejilla del otro. Unas lágrimas asomaron a sus ojos. El muchacho no pudo hacer otra cosa que secarlas con la punta de sus dedos. - Calma, estaremos bien. Lo prometo…
- Querido mío, bien sabemos que no es así. Tu padre… Tu padre es una excelente persona, siempre a cargo de sus deberes. Ni una sola falta mancha su honor. Y precisamente eso es lo que temo en estos momentos… Hijo mío, es preciso que huyas de este lugar - La voz de la mujer se convirtió en susurro y sus manos se aferraron con fuerzas a los vestidos de su hijo. - Es preciso que te vayas de este lugar…
- Madre… Madre… Bien sabes… Es un grave peligro el que corremos. Si es cierto lo dichos del enviado de la Primera Ciudad, entonces corremos un grave peligro… No podemos oponernos a la voluntad de los señores de los ryujin, puesto que su voluntad es la correcta. No podemos permitir que el mal sobreviva simplemente porque la vida de tu único hijo corre peligro…
- Ya lo sé, lo sé muy bien. Pero… No te pido que huyas por siempre, solamente te pido que escapes para comprarnos algo de tiempo… Tal vez… Tal vez encontremos una manera de solucionar el asunto sin ser tan radicales. ¡Por favor! Vete de aquí… - Se separó un momento de su hijo y, de entre sus ropas, extrajo una espada corta, la cual entrego con las manos extendidas. - Vete de aquí, aunque tengas que usar la fuerza… ¡Por favor!

Su llanto se convirtió en un desagarrador sollozo y cayó de rodillas presa de la desesperación. Orlando se arrodilló frente a ella y tomó el filo que se le ofrecía. Lo lanzó sobre su lecho y ayudó a su madre a ponerse en pie. La estrechó con todo el amor que era capaz de expresarle y besó sus mejillas.

- Si así lo deseas, madre… Pero, no me iré solo… No puede dejar que Gavriil se quede en este lugar. Sólo Dios sabe que sería de ella; probablemente intenten matarla por otros medios distintos y no voy a permitir que la hagan sufrir… Así que…
- ¡Un riesgo! ¡Te arriesgas por ella! No vale la pena, querido mío. Si realmente es malvada, no vale la pena…
- ¡Vale la pena, madre! No dejaré Gouden si no es con ella. Ella es parte de nuestra familia y no voy a dejarla a su suerte. Nuestros destinos están unidos desde el día en que la encontré y no voy a desunir su suerte de la mía. ¡Nunca! ¿Entiendes, madre? - Los ojos de Sansei se clavaron en los de su hijo. Eran del mismo color, sólo que los de él habían tomado la forma de los de su padre…
- Está bien, hijo mío, está bien…

La mujer secó sus lágrimas, arregló su cabello y sus vestidos para disponerse a salir. Al tener el pomo de la puerta entre sus dedos, lo soltó y regresó para darle un último beso a su hijo, junto con una recomendación.

- Cuídate, querido mío.

7 abr 2007

EVIL - Parte 2: De cómo unos nubarrones ensombrecen a la luna

Los días se pasaban unos tras otro, dentro de la fortaleza, en la biblioteca, en la sala de estudios, para los dos jóvenes hijos de los gobernantes de Gouden. Paseos, caminatas y más estudio, ese era el entretenimiento de los muchachos. Y siempre era la misma historia, Gavriil salía sola y su hermano mayor la seguía, al pendiente de ella, de que no le ocurriera nada mal.

- ¿Podrías decirme por qué cada día de mi existencia estás detrás de mí? ¿Hasta cuándo habré que soportar tu indeseable presencia? ¿Acaso no sabes lo mucho que me desagradas?
- Lo sé, pero hay algo más poderoso, más imperioso, que me obliga a permanecer a tu lado. Hice una promesa hace muchos años… Prometí que te cuidaría y pienso cumplir esa promesa hasta el último de mis días.
- Entonces, maldita sea la hora en que la mujer que me llevaba en brazos te hizo jurar que te harías cargo de mí. - La muchacha, en extremo cruel, ni siquiera se tomaba la molestia de mirar de frente a su hermano y nunca tenía sino palabras de odio y rencor hacia él.
- Yo no creo eso. Yo bendigo en cada momento la hora en que te conocí…

En ese momento, los aguzados ojos de Orlando descubrieron que, en uno de los caminos principales que llevaban hasta la ciudad, cabalgaba furioso un recién llegado y, quien sin lugar a dudas, llevaba prisa de entrar en la fortaleza.

- Mira, alguien llega a estas tierras; hostiga a su caballo para ir más deprisa; esto no me gusta, nadie entra a Gouden con semejante apuro. Será mejor que regresemos.
- Regresa tú si quieres; puedo tomar mis propias decisiones.

La muchacha le dio la espalda a su hermano y no pronunció nada más. El joven, que estaba preocupado por la impetuosa llegada de un extraño, se echó a correr sin hacer caso de su terquedad. Sin embargo, Gravriil era curiosa y, en esta ocasión, sentía que algo interesante estaba a punto de llevarse a cabo, así que echó a correr para enterarse de los motivos que guiaban al extraño hasta su hogar.

Gavriil corrió tan ligera, que ambos llegaron al mismo tiempo. El chico no se atrevió a mencionar una sola palabra al respecto, temeros de que la cólera de su hermana se encendiera de nuevo.
Al entrar al palacio, los guardias les informaron que el extraño lucía sumamente apurado y que había sido presentado de inmediato con los señores de Gouden. Los dos se dirigieron al salón principal y entraron en él.

Un hombre con ropas de viaje estaba arrodillado ante sus padres. El desconocido, de cabello tan rubio que parecía casi blanco atado en una trenza, de blanca piel y chispeantes ojos azules, lucía tranquilo y servicial hasta que los muchachos entraron en el salón.
- Tú, tú eres a la que busco…

Sin decir nada más, se lanzó contra la muchacha, con el objetivo de tomarla por los hombros. Los guardias se interpusieron entre ellos y detuvieron al hombre. La princesa, tomada por sorpresa, dio un paso hacia atrás, con una mueca de espanto que desapareció enseguida, reemplazada por una sonrisa fría y despectiva.

- ¿Cómo se atreve a amenazar de esa manera la vida de mi hija? - El desconocido se arrodilló nuevamente ante los pies del rey.
- Yo no buscaba… Espero que comprenda que hay que tomar acciones inmediatas contra este malvado ser…
- ¿Yo? ¿Un ser maligno? ¿Está usted loco? Ni siquiera sabe mi nombre y quiere tomar "medidas extremas" contra mí...
- Es necesario, así me fue ordenado. Mis señores, traigo instrucciones claras y precisas de la Primer Ciudad. La señora Derensezu tuvo una premonición durante sus sueños… Eso fue el año pasado. Tardó algunos meses en comprender el mensaje que había sido enviado; de hecho, fue necesario recurrir al adivino Haiku, para comprender de manera clara los detalles enviados por la visión. Fue un proceso complicado, largo y tortuoso, pero finalmente hace un par de meses, lograron comprender totalmente la predicción. Un mal interno amenaza a la familia Drake… Un miembro de la familia, un miembro que no es de su propia sangre, es la que pondría en riesgo la integridad de este reino y, tal vez, el de toda la raza de los ryujin. Sabíamos por las noticias que han enviado a la Primera Ciudad que ustedes habían adoptado a una hija, una ryujin aparecida en condiciones extrañas… Fue claro entones que era necesario venir a prevenirles y, más que eso, buscar la inmediata solución a este problema. Hay cosas demasiado importantes en juego… Sin embargo, es necesario advertirles que la órdenes que traigo no son de ninguna manera agradables.
- ¿Agradables? ¿A qué te refieres? Termina de una vez con tu relato… - El rey, impaciente, deseaba saber de una vez por todas las intenciones del recién llegado.
- Es necesario asesinarla, acabar con su existencia. Sin embargo, también es necesario… - El hombre guardó silencio, sus manos se retorcieron una contra la otra, los ojos vagaban perdidos por las lozas que cubrían el suelo del cuarto. - Gavriil, a la que adoptaron como hija, es un ser mágico creado con poderes oscuros, de los más terribles. Para mantener el hechizo, se debe alimentarlo con la energía vital de alguien más. Creemos que la energía vital que la alimenta es la del propio Orlando; para acabar con la magia negra, debemos deshacernos de la fuente de la que se alimenta.

Un grito de horror salió de la boca de la esposa de Veilen. Sus manos crispadas se hicieron nudo alrededor de las de su esposo. Se puso de pie de un salto y corrió a abrazar a su hijo, quien reflejaba su incredulidad con un tonto gesto en el rostro.

- ¡No! ¡De ninguna manera! ¡¿Asesinar a mi hijo?! ¡No lo permitiré de ninguna manera! Veilen, esposo mío… - Soltó a su hijo para postrarse ante los pies de su marido, sujeta a las rodillas, con sollozos mal contenidos. - No permitas que le hagan daño… ¡¡¡Por favor!!!
- Sansei… Yo… Niru, ¿estás seguro de lo que dices?
- Señor, con mucha pena, tengo que admitir que mi señora Derensezu estaba segura de lo que decía y sus órdenes fueron terminantes…