¿Y cómo fue que terminé de esta manera?
Porque hay cosas que se promete uno mismo que nunca pasarán, en las que uno nunca se convertirá…
Pero llega un golpe del destino y cambia la situación.
Y entonces, tienes que hacer algo que no estás dispuesto a hacer… Primero reniegas y te niegas… Luego lo empiezas a considerar… Y te das cuenta de que lo que tienes que hacer ya no depende de lo que quieres ni de lo que crees ni de lo que esperas , sino de lo que necesitas.
¿Qué haces? Te convences a ti mismo que es por tu propio bien, que sólo será una vez. Y lo haces. Lo haces y te sientes aliviado, porque has hecho lo que necesitabas hacer, y al mismo tiempo, estás lleno de culpa.
La culpa es más fuerte que la tranquilidad de saberte vivo. Sabes que no debiste hacerlo pero tenías que hacerlo. ¿Y qué queda de ti si has cometido tan grave crimen? No queda mucho, ¿verdad? Te das cuenta de que es el primer paso para dejar de ser lo que eras…
Pero, ¿no habías dejado de ser una persona desde el primer momento en que la vida te llevó a ese momento decisivo? No, tenías la esperanza de que aún quedara algo de persona en ti… Esperabas y creías que tal vez las cosas no debían cambiar de manera tan drástica. Y es que ¿a quién le gusta renunciar a su vieja vida? Tal vez ni siquiera se trata de los valores, de esas cosas que te prometiste que nunca harías, sino de dejar atrás todo lo que eras. Tal vez es la costumbre que es tan difícil de vencer, la idea de hacer cosas nuevas las que aterrorizan…
Ser alguien, ser una persona, tener ambiciones y sueños, saber que tienes moral… Saber que puedes pensar en ti mismo con orgullo, sin vergüenza… Saber que tienes un nombre y una reputación… Para después convertirte en… nada.
En un solo instante, pasas de ser alguien (o al menos eso es lo que tú piensas) a no ser nadie…
O, mejor dicho, te conviertes en alguien de quien no se puede estar orgulloso, alguien que debe vivir oculto, alguien que no debe existir ante los ojos de los demás…
Ser mordido por un vampiro no es lo que las películas te dicen. Ahora que soy uno de ellos, soy exactamente uno de ellos… Asesino, recluido, avergonzado y excluido… Moral, valores, descartados ante la necesidad de seguir viviendo… Porque no importa cuánto te resistas, al final, el hambre es más fuerte y, sin importar lo que te hayas prometido a ti mismo, te conviertes en el animal que bebe sangre… En lo que nunca pensaste convertirte…
15 may 2011
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