12 may 2007

EVIL - Parte 6: De cómo los nubarrones comienzan a despejarse

Los muchachos se acomodaron como pudieron, junto a la elevación rocosa que los protegía de la arena y los vientos. Se cubrieron con las ropas que Drake había llevado consigo y trataron de dormir algunas horas antes de retomar su camino.

Despertaron muy temprano, antes del alba y de que el sol desplegara su ardiente fuerza. Partieron en silencio rumbo a su siguiente parada, un oasis que Orlando conocía.

Gavriil se tomó el atrevimiento de mencionar que ese sería en el primer sitio en el que los buscarían, puesto que al haber partido sin alimento y sin agua, era imprescindible que hicieran dicha parada.

La respuesta fue sencilla: Nadie conocía el oasis al que se dirigían y estaba perfectamente cubierto. Ni siquiera los exploradores de su padre podrían encontrarlo. Él lo había logrado en una de sus tantas correrías por el desierto y nunca se lo había mostrado a nadie… Así que era un lugar en donde podrían reposar frescos, beber agua y alimentarse.

Cabalgaron la mayor parte del día, Orlando sujetaba las riendas con fuerzas y Gavriil se aferraba a la silla del animal atrapada entre los brazos de su hermano. El calor hacía mella en ambos, pero eran jóvenes y fuertes, así como su cabalgadura y soportaron bastante bien la inclemencia del desierto.

Llegaron cuando la noche cerraba en el horizonte. El oasis estaba ubicado en una especie de hundimiento en las dunas del desierto. Si no se sabía de esta especie de risco, era fácil precipitarse y rodar por las arenas del desierto, con un gran daño, sobre todo si se iba a gran velocidad. Fue necesario que bajaran del caballo y descendieran a pie, con cuidado de no desbarrancarse.

Un discreto ojo de agua brotaba de entre las piedras, casi mágicamente. Palmeras, arbustos y enredaderas transformaban la ardiente brisa de la arena en un suave viento refrescante. Algunos frutos, rebeldes ante la violencia del calor fulminante, crecían libremente y con hermosura.

Los dos ryujin desfallecieron al encontrarse en un lugar tan agradable. Allí podrían renovar sus energías y continuar con su travesía. Refrescaron sus secos paladares y comieron lo que se les ofrecía, aunque tuvieron que hacerlo con moderación porque el oasis no era tan abundante como para proporcionar un banquete. Su caballo también bebió y se alimentó, pareció recuperar las fuerzas que estuvieron a punto de faltarle.

Ninguna palabra había sido pronunciada desde que partieran y tampoco se dijo mucho cuando arribaron. Ni siquiera se veían a los ojos los dos hermanos, parecían estar incómodos por toda la situación.

Cuando la noche ya caía por segunda ocasión desde su escape, la joven se atrevió a pronunciar algunas palabras con el fin de conocer cual sería su siguiente parada.

- No podemos permanecer aquí por siempre. Es un lugar resguardado y parece seguro, mas no lo será para siempre. Será preciso que en algún momento dejemos este sitio y vayamos al siguiente. ¿Cuál es tu plan?
- Es cierto… Podremos estar aquí un par de días como máximo y será necesario partir de inmediato… El problema es que… - El muchacho cambió de posición y extendió las piernas, que hasta ese momento tenía recogidas. - Realmente no sé a dónde debemos ir. Si lo has notado, hemos recorrido bastantes kilómetros en muy poco tiempo, más de lo que he logrado hacer sobre mis dos piernas. Mis conocimientos sobre el desierto llegan un poco más adelante; después de eso, desconozco que es lo que nos espera. - Una mueca de horrible disgusto asomó en los labios de la mujer, las uñas se enterraron en la piel de sus muslos.
- Entonces, este es tu gran plano ¿no? - Cerró los ojos y se mordió los labios. - Supe desde el primero momento que ésta era la peor idea…
- No, definitivamente no. No sé a dónde iremos, pero eso no quiere decir que no tenga un plan. Por favor, escucha , después emitirás tu opinión… Si cambio mi forma y volamos sin descanso, seguramente encontraremos el fin del desierto. Si lo que los relatos dicen es cierto, la Primera Ciudad fue establecida no muy lejos de otro país, de un país de tierras abundantes y que, según cuentan, deja de ser un desierto poco a poco. Si eso es cierto, eventualmente nos encontraremos en una tierra donde no existe calor y hay agua en abundancia. Es cuestión de mantener el rumbo que llevamos, hacia el oeste, y encontraremos las fronteras del reino de los ryujin y, más allá, el final del desierto, nuestra escapatoria.

Una risa irónica fue la respuesta a su propuesta. Los ojos insolentes de Gavriil lo miraban con burla y Drake no tuvo más remedio que bajar los suyos, avergonzado de sus palabras y de no entender el proceder de su hermana.

- ¿Y si no fuera así? ¿Y si no encontráramos? ¿Volarás para siempre?... - Bajó el tono de sus comentarios, al darse cuenta de lo embarazado que se encontraba el otro. - Lo que quise decir es que me parece una idea arriesgada y que podría no terminar del todo bien…
- Lo sé, lo sé muy bien… Sin embargo, pocas son nuestras opciones. Yo haría eso y le rogaría a los dioses porque mi corazonada fuera correcta.

Gavriil se levantó, con un suspiro de desesperación. A ella le parecía una idea ridícula y estaba dispuesta a dejarse vencer, entregarse y que su vida terminara ahí mismo. No tenía deseos de emprender ese tipo de aventuras sin sentido.

- ¿Confías en mí?
- ¿Perdón?
- Que si confías en mí… Me has seguido por dos días… ¿Confías en mí?
- Te he seguido porque no he tenido más remedio, porque no sé cómo regresar a casa…
- Bien sabes que no es cierto. Regresar a casa no tiene nada que ver con esto; si no tuvieras esperanza, hubiera sido suficiente con que te sentaras a esperar a que los soldado de papá llegaran, a que el enviado de la Primera Ciudad te encontrara… ¿Confías en mí?

Los ojos púrpuras de la mujer brillaron con un violento relámpago. Era ira, era enojo porque Orlando tiró un dardo que dio en el blanco, justo en el corazón que a veces parecía no tener.

- ¿Confías en mí?
- Sí, confío en ti.
- ¿Y quieres vivir?
- Sí, quiero vivir.
- ¿Me seguirás, pase lo que pase?
- Sí, lo haré…
- Mañana mismo partiremos y roguemos a los dioses que sea a un destino mejor, no directamente a la muerte…