27 oct 2009

Crónicas de un vampiro en Zerken

Crónica I

Enciendes la luz para asegurarte de que no hay nadie en la habitación.

Te das cuenta de que tus temores son infundados, puesto que no hay nadie en el cuarto.

Apagas de nuevo la luz y regresas a tu trabajo en la computadora.

De vez en cuando te frotas la nuca, aún tienes esa sensación de que alguien más te acompaña.

Incluso, de vez en cuando, miras hacia atrás, con la esperanza de que la luz del monitor alumbre lo que sea que te acecha.

Estás cansado y te dices eso a ti mismo, estás cansado y nada más.

Pero yo estoy justo detrás de ti y no me verás…



Crónica II

Hoy saliste tarde del trabajo.

Bueno, no demasiado tarde, pero ya está oscuro.

Aunque la ciudad no es segura, te sientes tranquila cuando bajas del autobús y estás a unas cuadras de tu hogar.

O deberías sentirte tranquila estando a unas cuadras de tu hogar.

Sin embargo, caminas nerviosa, sin correr, pero sin ir tan lento.

Tienes guardadas las manos en las bolsas de tu abrigo.

Y en la derecha sostienes la botella de gas pimienta.

De vez en cuando miras hacia atrás.

Pero la calle está vacía.

No hay nadie.

No es demasiado tarde, pero no hay gente en las calles… Lo cual es extraño.

Caminas susurrando que casi estás en casa, que casi llegas.

Pero yo estoy justo detrás de ti y no me verás…

Crónica III

Todos los días, después de que regresas de trabajar, sales a correr 3 kilómetros. Casi siempre, alcanzas luz del día, luz del atardecer, y regresas cuando apenas oscurece.

Pero, hoy saliste un poco tarde… Eso y el horario de invierno que ya comenzó. Así que, ahora oscurece aún más temprano. Saliste cuando ya las luces de la tarde se difuminaban y el alumbrado público comenzaba a encenderse.

Definitivamente sientes que este no es un buen día. Sientes como si no debieras haber salido. Era un buen día para quedarte en casa y mirar la televisión. Pero, esa voluntad férrea para bajar de peso te hizo olvidarte de la pereza y salir a correr.

Checas tu reloj, que tiene cronómetro y odómetro. Has terminado con tu rutina del día. Es hora de regresar a casa… Es hora de regresar a casa…

Trotas por la acera, ya está totalmente oscuro. Estás cerca de casa… Pero esa sensación de intranquilidad, de que no están bien las cosas te persigue.

Sacudes la cabeza por ser tan tonta y continúas de regreso a casa…

Pero yo estoy justo detrás de ti y no me verás…



Crónica IV

Una noche de fiesta. Viernes… No, ya no es viernes… Ya es sábado…

El punto es que es has tenido una de esas noches donde lo importante es divertirse y beber sin caer tirado en el piso.

Gran noche, definitivamente fue una gran noche.

Tres chicas te dieron su número. Tal vez las llames.

Tus amigos se fueron hace rato a sus casa… O tal vez a seguir la fiesta sin ti. No lo sabes, no te importa. Tú estabas muy divertido en el lugar en donde estabas.

Pero la fiesta ya ha terminado y es hora de volver.

Debes tomar un taxi. Bien sabes que en estas noches es imposible que uses tu propio automóvil. No podrías recordar ni siquiera en donde lo dejaste estacionado.

Has caminado varias cuadras y ni un solo carro ha pasado. Ya no digamos un taxi… Ni siquiera ves personas caminando cerca de ti.

Es muy extraño… Pero, ya es bastante tarde. ¿O demasiado temprano? No importa, lo que importa es buscar un taxi que te lleve a tu departamento.

Sacas tu teléfono celular. Tienes el número de un sitio de taxis. Ellos te conseguirán uno y pronto estarás de regreso.

Buscas el número en tu agenda, pero no lo encuentras. Te sientes nervioso. Sigues buscando, no lo encuentras. Estás seguro que lo anotaste en algún lado.

Sacas tu cartera. Debes tenerlo en una notita o en una tarjeta.

Te comienza a ganar la desesperación. De pronto, el encontrar el número o un taxi o salir de estas calles abandonados es una urgencia, una necesidad, una situación de vida o muerte.

Estás nervioso, no sabes por qué. Respiras más rápido, revuelves los papeles de tu cartera, buscas en tus bolsillos pero no encuentras el número del sitio.

Miras a todos lados y sigues solo. Ni un carro, ni un alma, todo solitario. ¿Por qué estás tan nervioso? No entiendes… Lo único que entiendes es que no quieres estar ahí. Miras a todos lado, preocupado, incómodo, y la calle sigue vacía.

Pero yo estoy justo detrás de ti y no me verás…



Crónica V

Nunca te habías sentido tan desamparada como te sientes el día de hoy. Tu vida perfecta se vino abajo en un solo día.

En realidad… Tomó más de un día, pero los resultados fueron evidentes en un solo.

¿Tu marido te engaña? Aún ahora la frase suena inverosímil en tus oídos. No lo puedes creer… No lo quieres creer.

Y no te queda más remedio que creerlo: Él mismo te lo ha confirmado. Te engaña desde hace meses. Te engaña con alguien que no conoces y que tampoco quieres conocer.

Dice que ya no te quiere. Trató de detenerte al salir de su casa. Te dijo que era muy tarde y muy peligroso para que una mujer anduviera sola por la calle. “¿Qué te importa si ya no me quieres? ¿Qué más te da si ya estás con otra?” le contestaste. Y esa mirada de culpabilidad, el silencio abatido de su derrota te hizo sentir mejor… aunque sólo fue por un tiempo.

De pronto, la tristeza de tu vida perdida se te olvida y sientes que tal vez debiste hacerle caso a tu ex esposo y no salir de noche. Es hora de regresar al que fuera tu hogar. Dormirás en el sillón o ya verás cómo te arreglas, pero tienes que regresar.

Ahí estarás segura. No del dolor de perder a tu esposo, pero sí del peligro de las calles… Un peligro eminente.

Aprietas el paso, nerviosa, segura de que nadie te sigue pero convencida que algo está mal. Tienes que regresar… Huyes de algo sin saber qué exactamente. En tu casa ya no tendrás que huir…

Pero yo estoy justo detrás de ti y no me verás…



Vampiro en Zerken

Y cada vez que me coloco detrás de alguien, nadie lo siente, nadie se percata...

Y nadie nota lo que ocurre, nadie nota la leve presión en su cuello…

Aunque siempre existe un nerviosismo, nadie le presta atención al verdadero hecho que origina esa intranquilidad.

Y como nadie se concentra en el verdadero motivo, nadie nota su propia muerte…

Nadie, excepto yo, que vivo de la sangre de los humanos…

Yo, que soy un vampiro en Zerken…

18 oct 2009

No mires a los extraños

Lo he mirado muchas veces, pero es la primera vez que lo veo.

Adrián debe estar cerca, aunque ya lleva 10 minutos de retraso.

Y mientras espero por él, frente a mi trabajo, me fijo por primera vez en algo que llevo mucho tiempo mirando…

O mejor dicho, alguien a quien llevo mucho tiempo mirando.

Sabía que estaba ahí, pero no lo había razonado.

Y mientras espero por Adrián, lo veo por primera vez.

Si no fuera por sus ropas sucias y la mirada perdida… podría ser un hombre guapo.

En realidad, su mirada no está perdida, sólo que es muy fija.

Por un momento siento que me mira, así que desvió la mirada… No debes mirar fijamente a las personas, es de mala educación… Sobre todo, cuando el hombre al que miras es a uno que no tiene casa.

El color sube a mis mejillas… ¡Tonta! Sólo espero que no enloquezca y me ataque.

Pero, en las semanas que lleva ahí, nunca ha atacado a nadie. En realidad, ni siquiera se dirige a nadie. Sólo se sienta en el piso, con las piernas cruzadas, y sus ojos miran a los que pasan. No pide dinero, no pide comida. De no ser por su aspecto sucio y descuidado, uno podría pensar que sólo es un lunático que se sienta a esperar algo que sólo él sabe que es…

Adrián ya lleva 20 minutos de retraso.

Y me siento cada vez más curiosa acerca del vagabundo de la calle.

¿Qué te puede haber pasado para que pierdas tu casa, tu familia, tus bienes y hasta tu mente? O tal vez perder la cabeza es el principio de todo.

Pero entre más miro los ojos del vagabundo, más estoy segura de que no es ningún loco. Sus ojos son inteligentes… incluso, me dan un poco de miedo… Son como los de un… ¡cazador!

Sí, he mirado documentales en la tele sobre la vida salvaje. Leones, cocodrilos, tigres, ¡dinosaurios! Y todos tienen esa mirada salvaje, como si supieran que la naturaleza los proveyó de un instinto superior y que son ellos los que matan, los que cazan…

Este hombre tiene esa mirada. Pero a pesar de ello, a pesar de su aspecto, a pesar de estar loco sin importar lo que yo crea, me parece que debe ser un hombre atractivo. Tal vez, con un baño, un traje…

¡Ya estoy pensando tonterías!

Estos hombres nunca cambian… No, saben que la vida así es más fácil… Porque estoy segura de que éste no es un enfermo mental… Tampoco es un alcohólico ni drogadicto… No, sus ojos me dicen que es un hombre que eligió vivir de esta manera, aunque no sé cuáles sean sus motivos.

Y por mucho que me gustaría saberlos, ¡no es mi elección! Simplemente no puede acercarme y decirle “¡Hola! Me gustaría conversar con usted y saber por qué es un vagabundo”. No, claro que no, no puedo hacer eso…

Tal vez debería sugerirle a la televisión que haga un reportaje sobre estas personas…

Tal vez debería irme. Adrián no llegará. Y cada minuto se hace más tarde. ¡Las 10 de la noche! No puedo creer que Adrián me haya dejado aquí plantada, a estas horas… ¡A estas horas!

Debería de preocuparme por mis asuntos y no por los de los demás. Es tiempo de tomar una decisión acerca de este irresponsable hombre al cual no le importo un comino. Tal vez es el momento de seguir mi camino…

Y lo digo en un sentido figurado y literal. ¡Debo ir a casa!

Antes de dar más de tres pasos, giro la cabeza y veo por última vez al vagabundo… Sus ojos brillan y tiene una sonrisa en el rostro, pero el gesto no es amable, es como un máscara que provoca horror, es como mirar a una estatua tratando de sonreír…

Doy vuelta en la cuadra que sigue, debo llegar a la siguiente avenida para tomar el autobús que me lleva a casa y escucho mi nombre…

Me doy vuelta y veo al vagabundo, sin máscara, los ojos de cazador, los colmillos listos para devorar a su presa…

Demasiado tarde me doy cuenta de que, ni más ni menos, soy su presa…