18 oct 2009

No mires a los extraños

Lo he mirado muchas veces, pero es la primera vez que lo veo.

Adrián debe estar cerca, aunque ya lleva 10 minutos de retraso.

Y mientras espero por él, frente a mi trabajo, me fijo por primera vez en algo que llevo mucho tiempo mirando…

O mejor dicho, alguien a quien llevo mucho tiempo mirando.

Sabía que estaba ahí, pero no lo había razonado.

Y mientras espero por Adrián, lo veo por primera vez.

Si no fuera por sus ropas sucias y la mirada perdida… podría ser un hombre guapo.

En realidad, su mirada no está perdida, sólo que es muy fija.

Por un momento siento que me mira, así que desvió la mirada… No debes mirar fijamente a las personas, es de mala educación… Sobre todo, cuando el hombre al que miras es a uno que no tiene casa.

El color sube a mis mejillas… ¡Tonta! Sólo espero que no enloquezca y me ataque.

Pero, en las semanas que lleva ahí, nunca ha atacado a nadie. En realidad, ni siquiera se dirige a nadie. Sólo se sienta en el piso, con las piernas cruzadas, y sus ojos miran a los que pasan. No pide dinero, no pide comida. De no ser por su aspecto sucio y descuidado, uno podría pensar que sólo es un lunático que se sienta a esperar algo que sólo él sabe que es…

Adrián ya lleva 20 minutos de retraso.

Y me siento cada vez más curiosa acerca del vagabundo de la calle.

¿Qué te puede haber pasado para que pierdas tu casa, tu familia, tus bienes y hasta tu mente? O tal vez perder la cabeza es el principio de todo.

Pero entre más miro los ojos del vagabundo, más estoy segura de que no es ningún loco. Sus ojos son inteligentes… incluso, me dan un poco de miedo… Son como los de un… ¡cazador!

Sí, he mirado documentales en la tele sobre la vida salvaje. Leones, cocodrilos, tigres, ¡dinosaurios! Y todos tienen esa mirada salvaje, como si supieran que la naturaleza los proveyó de un instinto superior y que son ellos los que matan, los que cazan…

Este hombre tiene esa mirada. Pero a pesar de ello, a pesar de su aspecto, a pesar de estar loco sin importar lo que yo crea, me parece que debe ser un hombre atractivo. Tal vez, con un baño, un traje…

¡Ya estoy pensando tonterías!

Estos hombres nunca cambian… No, saben que la vida así es más fácil… Porque estoy segura de que éste no es un enfermo mental… Tampoco es un alcohólico ni drogadicto… No, sus ojos me dicen que es un hombre que eligió vivir de esta manera, aunque no sé cuáles sean sus motivos.

Y por mucho que me gustaría saberlos, ¡no es mi elección! Simplemente no puede acercarme y decirle “¡Hola! Me gustaría conversar con usted y saber por qué es un vagabundo”. No, claro que no, no puedo hacer eso…

Tal vez debería sugerirle a la televisión que haga un reportaje sobre estas personas…

Tal vez debería irme. Adrián no llegará. Y cada minuto se hace más tarde. ¡Las 10 de la noche! No puedo creer que Adrián me haya dejado aquí plantada, a estas horas… ¡A estas horas!

Debería de preocuparme por mis asuntos y no por los de los demás. Es tiempo de tomar una decisión acerca de este irresponsable hombre al cual no le importo un comino. Tal vez es el momento de seguir mi camino…

Y lo digo en un sentido figurado y literal. ¡Debo ir a casa!

Antes de dar más de tres pasos, giro la cabeza y veo por última vez al vagabundo… Sus ojos brillan y tiene una sonrisa en el rostro, pero el gesto no es amable, es como un máscara que provoca horror, es como mirar a una estatua tratando de sonreír…

Doy vuelta en la cuadra que sigue, debo llegar a la siguiente avenida para tomar el autobús que me lleva a casa y escucho mi nombre…

Me doy vuelta y veo al vagabundo, sin máscara, los ojos de cazador, los colmillos listos para devorar a su presa…

Demasiado tarde me doy cuenta de que, ni más ni menos, soy su presa…

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